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Disobedience ; pido la voz y la palabra



Escuché decir a Alex Manzano (@alex8ymedio) en el análisis que hizo de Disobedience para el podcast Scanners, que la película de Sebastián Lelio además de hermosa contenía una puesta en escena de poderosas reminiscencias esotéricas. Este comentario fue el que me arrastró a ver Disobedience , ya que uno de mis miedos era que esta fuera otra historia lésbica con starsystem invitado y escenas morbosas incluidas, en el que la transgresión del tema se acaba comiendo todas sus bondades cinematográficas. Pero no es el caso. 



Lelio, que ha ganado este año el Oscar a Mejor Película de Habla No Inglesa por Una mujer fantástica, ha dado su salto definitivo a la producción internacional con la adaptación de la novela de mismo título de Naomi Alderman que protagonizan Rachel Weisz, Rachel McAdams y Alessandro Nivola. La historia cuenta el regreso de Ronit (Rachel Weisz) a una comunidad judía ortodoxa londinense para asistir al funeral de su padre, el rabino. La joven, que huyó de las estrictas normas sociales y religiosas de la comunidad, se enfrenta ahora al ostracismo de su antiguo entorno familiar y al encuentro con Esti (Rachel McAdams) antiguo amor de Ronit, que a diferencia de ella ha decidido acatar las reglas  y casarse con Dovid Kuperman, estudioso de la Tora y futuro rabino de la comunidad. 





Hay que decir que si la película enamora es por la dirección de Lelio, por su sensibilidad en la puesta en escena, en la fotografía  y por las actuaciones de los tres protagonistas. La historia podría derivar muy fácilmente  hacia los esquematismos morales y las heroicidades pasionales, y quedarse en un mero conflicto entre la libertad y la religión, pero el director se toma mucho tiempo para mostrarnos a qué dilema se enfrenta cada personaje, quiénes son por separado, en qué momento están y cómo se desarrollan. La Ronit y la Esti de ahora no son la Ronit y la Esti que fueron de niñas. Es difícil que veamos en esta película una historia de amor al uso, una amor prohibido cercenado por el entorno, más bien el encuentro de Ronit y Esti  se debe a una necesidad desesperada de afirmación individual. La dirección de Lelio al encerrar a los personajes en unos interiores opresivos parece hablarnos de tres almas atormentadas que han sido constreñidas a vivir entre la devoción, el deber, el destierro y la negación del deseo.  





Y cómo se expresan en imágenes estas esencias intrincadas a las enseñanzas judías, a las que se refería Alex Manzano en su comentario,  eso es lo que acerca Disobedience a la obra de los grandes nórdicos europeos como Lars Von Trier, Carl Theodor Dreyer o Ingmar Bergman. También a algunos momentos de la obra Interiores de Woody Allen. El director acierta a la hora de recrearse en las liturgias y en la influencia que estas ejercen sobre los personajes, los objetos cotidianos del judaísmo, los interiores, las casas, las veladas, los rituales que van tejiendo un sistema de pesos y medidas por donde se ondulan las voluntades de sus protagonistas. 














También en su simbolismo. La película comienza con un discurso pronunciado por un rabino  que está estrechamente vinculado con el desenlace de la historia. Toda la película, en general, puede entenderse como un conjunto de pasos que se dan en función de la palabra. 
Lo que no se dice, lo que se pide por la palabra, lo que se da por la palabra...
De hecho hay una escena de sexo muy controvertida entre las dos protagonistas que tiene que ver con esta idea, pues ¿qué es la saliva si no el elemento fundamental con el que se articulan las palabras? ¿y qué son las palabras si no nuestra única manera de nombrar el mundo, nuestra única herramienta  para identificarnos o para diferenciarnos de los demás? 




💃💃💃💃 Recomendada 

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