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The Strange Ones: el abismo de lo real


No hay banda! There is no band. Il n'est pas de orquestra! . No hay banda! And yet, we hear a band

(Club Silencio. Mulholand Drive, David Lynch) 




Cuando pensamos en la hipnosis, muchos imaginamos a un tipo un poco excéntrico con un péndulo y una voz profunda similar al que aparecía en la película La Cordillera. Pero pocas veces reflexionamos sobre lo que tiene en común el proceso de hipnosis con el acto litúrgico de ir al cine, de penetrar voluntariamente en un espacio cerrado y oscuro sujetos al estímulo sensorial de una pantalla iluminada que lucha por convencernos de que el mundo que nos muestra es real. James Braid, acuñó el término «hipnosis» a mediados del siglo XIX en alusión a la figura mitológica del sueño, “Hipnos”, y la definió como un estado de concentración a medio camino entre el sueño y la vigilia, entre la mente y la realidad. Algo parecido es lo que le ocurre al protagonista de la película : The Strange Ones, la opera prima de Christopher Radcliff y Lauren Wolstein que se presentó en la pasada edición del Festival de Sundance y que ha sido premiada en más de veinte festivales internacionales como el Festival de cine de Rotterdam o el Nordic Film Festival .



 Pocas veces tenemos la suerte de ver películas que pongan en juego todos los mecanismos que nos ofrece el cine para crear atmósferas envolventes sin buscar ninguna autojustificación narrativa, y eso, aunque le ha valido a The Strange Ones el aplauso del público del cine indie, le ha puesto a parte del gran público en contra. Pero que la película no busque autojustificaciones narrativas no quiere decir que no cuente nada. Al contrario. 



   


 El protagonista de esta historia, Sam (o Jeremiah) se encuentra sumido en un viacrucis mental, en una hipnosis invasiva donde no puede distinguir lo que es real y lo que no: deseo, venganza, realidad y fantasía se entremezclan en una especie de elucubración mental sin principio ni fin, que aparece perfectamente representada en ese agujero negro que dibuja en su cuaderno o en esa madriguera misteriosa, ante la que el protagonista se enfrenta con la misma inquietud con la que el espectador penetra en la sala de cine: esperando salir transformado. 




Lo asombroso de esta película, que antes de convertirse en largo fue un cortometraje, es que consigue trasladar el proceso de desasosiego psíquico del protagonista al espectador. Toda la película imagen tras imagen, a través de la música, las transiciones abruptas, las miradas enrarecidas y los motivos poéticos como esa piscina de motel llena de hojas secas,  es un cúmulo de sugestiones que nos conducen a la siguiente unidas por una suerte de rompecabezas silencioso y ambiguo. 








Así, el aparente viaje de dos hermanos a través de la naturaleza, no es el aparente viaje de dos hermanos a través de la naturaleza. Pronto podemos empezar a sospechar que la relación entre los dos protagonistas no es fraternal, que tal viaje no existe y que el protagonista de esta historia, igual que el espectador, en realidad nunca se ha movido del sitio.



Como nos sugieren las imágenes del cartel  lo extraño reside en el interior  de la mente, que es un bosque frondoso, el viaje se encamina hacia ese lugar donde lo que uno cree que ocurre es más intenso que el presente. Donde el deseo adquiere su reverso más repulsivo y violento.  Son esas imágenes, subyugantes y angustiosas de las pesadillas en las que  cuando alguien nos dice que era sólo un sueño, algo en nuestro interior responde: “y sin embargo…”



💃💃💃💃 Recomendada 

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